Por: Genaro Sánchez.
Mucha gente se pregunta y cuestiona si realmente vale la pena invertir los suficientes recursos en aplicar una administración de riesgos de forma integral.
En mi experiencia, no pocos líderes de diferentes industrias conciben a la administración de riesgos como un ”nice to have”, como un “lujo” para los proyectos y en el peor de los casos como un desperdicio de recursos por algo que “seguramente no sucederá”…..
Cuando se está presupuestando un proyecto y se requiere reducir los costos, la administración de riesgos es uno de los principales candidatos para ser eliminados del presupuesto.
Claro que en algunos países se toma a la administración de riesgos más en serio que en otros y en mi experiencia, México no está en la lista de los países que destinan más recursos para ello.
La realidad es que la administración de riesgos debe de ser un “must” para la mayoría de los proyectos; si bien es cierto que no todos los proyectos se desarrollan en los mismos entornos y ambientes de incertidumbre y económicos, es una realidad que son muy pocos los proyectos que no están expuestos a problemas y contratiempos, en los proyectos donde he participado estimo que menos del 5% nunca presentaron ningún tipo de contratiempo o incidente.
Es verdad que la administración de riesgos puede implicar un mayor o menor uso de recursos que pueden incluso comprometer la rentabilidad, la funcionalidad y/o la entrega a tiempo de un proyecto, por lo que se recomienda llevar a cabo un análisis de impactos para poder dimensionar el alcance de esta gestión de los riesgos y en base a este análisis, buscar un equilibrio costo – beneficio para poder priorizar y seleccionar los riesgos a gestionar dando prioridad a aquellos riesgos con mas impacto sobre el proyecto considerando también la probabilidad de que se materialice el riesgo.
Lo que es innegable es que una eficiente administración de los riesgos puede salvar o recuperar un proyecto incrementando considerablemente la probabilidad que el proyecto sea exitoso.
Se trata de contar con un Plan “B” ante cualquier eventualidad que se presente y afecte directamente la consecución de los objetivos del proyecto. Es como contar con un paracaídas adicional cuando se enreda el nuestro. Busquemos gestionar en la medida de nuestros recursos, la mayor parte de los riesgos para convertir los “imprevistos” en “previstos”.